Italia es un inmenso bastión de la creatividad humana en todas sus manifestaciones. Sus abundantes aportes se reflejan en todas sus calificaciones de ‘Patrimonio de la humanidad’, con un total de 51, el de mayor número en el mundo. Milán, Florencia y Roma son una tercia de destinos deslumbrantes, centro de atención de millones de turistas provenientes de todos los rincones del planeta. Tras un vuelo placentero por Air Europa, nuestra mágica experiencia con Alfa Romeo comenzó en su cuna dorada, Milán, resultando una aventura doblemente deseada por recorrer sus riquezas sobre la nueva Stelvio, la primera SUV de la marca, de inigualable glamour milanés.
La capital milanesa constituye la mayor área metropolitana de Italia, siendo una de las ciudades más cosmopolitas y sofisticadas del mundo. Su combinación renacentista con su avanzada industrialización es un sello que enorgullece a los milaneses. La joya de joyas de Milán es su monumental ‘Duomo di Milano’, la máxima catedral gótica del mundo, que atesora los vitrales más imponentes sobre la faz de la Tierra, en un templo construido con los mejores mármoles italianos, capaz de albergar a 40,000 personas. A sus pies se tiende su imponente plaza que marca el centro de la ciudad, tanto en sentido geográfico como por su importancia artística, cultural y social. A su lado, la Galería de Víctor Manuel II, fundada en el siglo XIX, deslumbra al visitante con su bóveda de vidrio y su pasmosa elegancia, bajo la cual se sitúan las tiendas más famosas de Milán.
Desde este epicentro renacentista van apareciendo numerosas basílicas tan antiguas como monumentales, junto a un sinfín de museos fundamentales para la historia del arte universal. Así desembocamos en la Pinacoteca de Brera, uno de los mayores museos de Europa, fundado en 1809 por Napoleón Bonaparte, como recinto hermano del Louvre de París. Irresistible resulta un paseo por los Navigli, canales que en su tramo en superficie rebosan de tiendas, restaurantes, espacios medievales, trovadores y atracciones.
Descubrir las riquezas de Milán nos conduce a revivir históricas remembranzas, por haber sido asiento de dos genios colosales: Miguel Ángel y Leonardo Da Vinci, que estando en la cima del arte recelaban furiosamente uno del otro. Ansiosos por conocer algunas de sus obras, pronto contemplamos la inconclusa “Piedad Rondanini” del museo del Castillo Sforzesco, considerada como la última obra de Miguel Ángel, quien trabajaba en ella hasta su defunción, en 1564.
Igualmente deslumbrante fue estar frente a la obra maestra de Da Vinci, “La Última Cena”, mural ubicado en la Santa Maria delle Grazie, patrimonio de la Humanidad por la UNESCO, cuya armoniosa estética ha adquirido un nuevo brillo tras su última restauración, en el 2016. Deseosos de disfrutar el lado científico de inmortal artista, llegamos al Museo Nacional de Ciencia y Tecnología Leonardo Da Vinci, el mayor espacio de exposición científica de Italia, que exhibe una fantástica colección dedicada a los inventos de Leonardo: su helicóptero, su submarino y hasta su genial automóvil, una mákina autopropulsada que en el 2004 científicos del museo demostraron que el vehículo funcionaba. En mi caso particular, admirar estos bocetos se tornó un momento mágico… sencillamente deslumbrante.
Las prestigiosas escuelas de arte de Milán florecieron gracias al mecenazgo de la dinastía de los Visconti, quienes contratarían a Leonardo durante largo tiempo porque “Posee los mejores pinceles del cielo”, proclamaría en una ocasión el duque Filippo María Visconti, el último heredero del poderoso ducado familiar.
Además de ser el pulmón financiero del país, Milán es sede de importantes industrias textiles que le han validado el título de ser la capital mundial de la Moda. El llamado “Quadrilatero della Moda” está delimitado por imponentes calles de escaparates deslumbrantes, donde pueden verse turistas de docenas de nacionalidades caminando al mismo tiempo. Armani, Versace, Ermenegildo Zegna, Valentino, Prada o Gucci son algunas de sus más codiciadas atracciones.
El Renacimiento es la revolución humana más importante que ha producido la historia. Partiendo de Florencia, florecería con imponente profusión en Milán, donde el arte, la cultura y el intelecto se expandieron con fuerza prodigiosa. Surgen la ópera, el teatro con gran despliegue de medios visuales y musicales, el ballet, la base de la música sinfónica, la arquitectura monumental con enfoque humano y un sentido del glamour nunca antes visto. Esta herencia privilegiada fue la cuna de oro donde a la postre nacería Alfa Romeo. La marca no podía nacer en otro lugar, porque al comienzo del siglo XX el dinamismo de la economía italiana, sus grandes talentos y sus gloriosas tradiciones incubarían el fervor de esta marca única. De allí la histórica exclamación del mismísimo Henry Ford, que una vez dijo: “Cuando veo pasar un Alfa Romeo me quito el sombrero”. Por eso es cautivante recorrer esta suntuosa metrópoli a bordo de este último fruto de la ‘biscione’, con un siglo de leyenda vertido en cada centímetro de su naturaleza SUV.
El imperecedero sabor a leyenda de Alfa Romeo, que ha escrito con letras de oro trascendentales capítulos de la historia del automóvil, levanta en Milán “La Macchina del Tempo – Museo Storico Alfa Romeo”, uno de los tesoros más memorables y apasionados de la ciudad actual, por exudar gloria, mito y visionarias apuestas de futuro en sus emocionantes salas de exhibición, punto de partida de nuestra aventura en el Stelvio.
Si me pidieran definir en una palabra a Alfa Romeo, diría… pasión! Alfa Romeo es un sentimiento genuino e incomparable, que aportó innumerables páginas de energía y talento en el desarrollo de la industria automotriz. La historia está allí: sus invencibles modelos partieron las aguas en las mil y una competencias que protagonizaron en circuitos de talla mundial, entre ellos la Fórmula 1, la Mille Miglia y las 24 Horas de Le Mans, con el peso histórico del Quadrifoglio Verde, símbolo de su pasión por la competición.
Dicho de manera tácita: sin el protagonismo de Alfa Romeo, la industria del automóvil sería otra cosa muy distinta. La firma italiana, ahora resurgida con vibrante rostro de futuro bajo el impulso de FCA, es un continuo homenaje a las prestaciones, la excelencia automotriz, el diseño, el triunfo y la velocidad.
Fundada en 1910 en Milán con el nombre de Anonima Lombarda Fabbrica Automobili, ALFA cautivó al mundo entero por sus intrépidas mákinas adelantadas a su tiempo. Su emblema fue compuesto con la cruz roja de San Jorge, símbolo de Milán y el escudo de armas de la Casa Visconti, con la gran ‘biscione’ o serpiente devorando al enemigo. Esta doble simbología genuinamente milanesa, conformaría uno de los logotipos de automóviles que mejor identifican a una marca con su tierra natal, que hizo de la competencia su modus vivendi, tal como se proclamaba a la sazón: “el auto de la familia que gana carreras”.
Como primer exponente SUV de la marca, abordar el Stelvio es empoderarse de una inmediata y deleitante respuesta al volante en actitud dinámica y deportiva. Su elegante diseño, los materiales empleados en su cabina y las selectas prestaciones de que ha sido objeto, la ubican en una órbita exclusiva, reforzando la idea irrefutable de que Alfa es una marca de marcas.
A base de superficies audaces, su elegante estilo deportivo es una combinación de proporciones y sencillez. Su frontal expresa una de las identidades más fuertes de la industria, con su legendaria parrilla, síntesis de historia, leyenda e innovación de la marca, que refleja lo más profundo de la psique Alfa Romeo.
En la vista lateral, su musculosa elegancia es una recreación escultórica de nave compacta, que termina en un portón trasero marcadamente inclinado, coronado por un alerón de las máximas vocaciones aerodinámicas, exaltando el carisma de esta SUV de pasiones. El resultado final es el estilo Alfa Romeo expresado con toda remembranza y poder, en un modelo diseñado por el mismo cincel legendario de la marca, con el sofisticado talento de un genuino producto italiano.
Expresando el mejor sentido de la hospitalidad italiana, el fervoroso lenguaje Alfa ha sido meticulosamente recreado en la cabina del Stelvio, donde calidad, confort, tecnología, equipamiento y seguridad, conforman un todo homogéneo. Destaca el amplio uso de materiales ultraligeros de atractivo visual y táctil: el tapizado en piel, aluminio y auténticas maderas, dando un sentido humano al ‘arte Stelvio’, valores que en conjunto se hicieron notar en nuestra travesía italiana.
Inmediatamente se deja sentir la característica sustancial de la marca: la centralidad del conductor, agrupando todos los controles en el volante, deliberadamente pequeño, en una nave orientada hacia la satisfacción plena de todos los estilos de conducción.
Nos servimos en bandeja de plata de toda la información esencial en deleitante idioma virtual, con su pantalla TFT al centro del panel. La intensa dinámica de su sistema de infoentretenimiento AlfaConnect, con pantalla de 8.8 pulgadas y mapas en tres dimensiones, lo hacen el “cómplice” ideal para grandes trayectos.
El Stelvio responde a los trayectos con inexpugnable prestigio Alfa, mediante su nueva generación de motores que representan lo mejor de la tecnología FCA. La gama parte del turbo Diesel 2.2 litros de 190 y 210 hp; mientras que en gasolina la propulsión 2.0 litros ofrece 200 y 280 hp… pero el Stelvio se roba la categoría con el más poderoso de todos: el Stelvio Quadrifoglio con su 2.9 litros Bi-Turbo y sus demenciales 510 caballos acelera de 0 a 100 km/h en explosivos 3.8 segundos… amo y señor del récord Nurburgring 7:51:7.
La mákina que nos brindó su exquisitez por casi toda Italia es la Stelvio Speciale Turbo Diesel 2.2 litros, con la sofisticada transmisión de 8 velocidades y la magnífica tracción total Q4.
Además de la tecnología dinámica del Stelvio, la esencia Alfa que genéticamente le pertenece se expresa intensamente exclusiva, garantizando una sensación de control total y dominio de la carretera, mientras su nuevo selector Alfa DNA imparte cátedra en los modos de manejo Dynamic, Natural y All Weather.
En la próxima entrega describiremos nuestras experiencias en Florencia y la pureza en la conducción del Stelvio, como mákina íntegramente generadora de una adrenalina de espíritu propio.