Ford Motor Company nació como una empresa familiar, que rápidamente evolucionó hasta convertirse en un mega-consorcio. El sueño nace en 1908, cuando el legendario Henry Ford sorprende al mundo con su visión de un auto “al alcance de cualquier asalariado”, una idea tan revolucionaria que aceleraría el ritmo de la civilización para siempre. Así nace el mayor paradigma de la movilidad desde los tiempos del carruaje tirado por caballos: el Ford Modelo T, que desde 1908 a 1927 vendió 15,007,033 unidades… cifras colosales que dieron paso a muchísimas nuevas industrias adyacentes. Tras el ocaso del genio, toma el mando de la empresa su nieto: Henry Ford II, hijo de Edsel Ford, quien condujo la firma del óvalo azul hasta 1980, año en que dimitió del cargo como presidente del Consejo Ejecutivo. La estafeta la hereda William Clay Ford Sr., que al retirarse, dio paso al nuevo CEO, William Clay Ford Jr., bisnieto del fundador de la compañía, Henry Ford, quien se ha desempeñado como presidente del consorcio de Detroit desde enero de 1999. Hoy en día, Ford Motor Company continúa revolucionando la industria a nivel mundial, comportándose como uno de sus más sólidos pilares, al abrir continuamente insospechadas puertas de futuro.
Girando el mapamundi, llegamos al corazón de Alemania, con Ferdinand Porsche, el excepcional ingeniero austríaco, fundador de la oficina de estudios automotrices Porsche y creador del Volkswagen Tipo 1, nada menos que el inolvidable y nostálgico “Escarabajo”, una de las mayores leyendas rodantes de todos los tiempos. Rápidamente entra en escena su hijo Ferdinand Anton, conocido como Ferry Porsche, y entre ambos desarrollarían la célebre firma Porsche AG, en 1931, un nombre sinónimo de pasión e ícono de íconos de la especialidad deportiva. Pero la cosa no para allí, porque la tercera generación personificada en Ferdinand Alexander Porsche (Butzi), jugó un papel fundamental en el diseño del 911… una de las joyas más deslumbrantes de ‘la corona de Sttutgart’.
El caso de Carl Benz es emblemático, porque la suya fue una herencia a la inversa, al haber sido hijo de un conductor de locomotoras, quien solía decir a su vástago que “la velocidad es una necesidad humana para ganarle tiempo al tiempo”. De esta manera, atento a los consejos paternos, Karl crearía el Benz Patent-Motorwagen, de 1886, el primer vehículo de combustión interna patentado. En el otro lado de la misma historia está Emil Jellinek, padre de Mercedes Jellinek, quien en nombre de su hija creó la marca “Mercedes” para los autos fabricados por Daimler-Motoren-Gesellschaft (DMG), empresa que luego se fusionó con Benz & Cie.
Kiichiro Toyoda fue un industrial japonés, hijo del fundador de Toyoda Loom Works, Sakichi Toyoda, quien poco antes de morir, alentó al jovencito Kiichito a continuar con sus sueños, inspirándolo con sus ideas sobre lo que podría ser una fábrica de vehículos. Así Kiichiro forjó gradual pero persistentemente lo que a la postre se convertiría en el gigante Toyota. Bajo la supervisión de su hijo Shoichiro Toyoda, se desarrolló la primera marca premium japonesa, que irrumpiría con fuerza dentro del predominio alemán: Lexus. La empresa familiar ha sido dominada por el talento de los Toyoda, capacidad que le viene de sangre, dado que Akio Toyoda, hijo de Shoichiro y nieto de Kiichiro, es el actual presidente Toyota Motor Corporation… naturalmente, uno de los hombres más influyentes del mundo.
Hoy en día, existe un monumento conmemorativo de Kiichiro Toyoda en las oficinas centrales de la firma, a la cual las numerosas visitas guiadas le rinden una reverencia a la usanza japonesa.
Estos cuatro trascendentes ejemplos de padres-hijo, dan valor al antiguo proverbio “De tal palo tal astilla”, porque a partir de sus ideas, muchas veces locuaces, el mundo ha cambiado radicalmente en nombre de la calidad de vida de la sociedad humana. Pregúntese: ¿qué sería del mundo sin automóviles? Y responda: gracias padres e hijos de la industria por sus aportes interminables.