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Ivan Perez Vega ∙ 21 marzo, 2013

Ivan Perez Vega
21 marzo, 2013

 

Para todos los nacidos en hogares donde los padres se preocupaban porque sus hijos aprendieran modales adecuados y a conducirse correctamente, no se hace difícil entender el significado de lo que es una norma, puesto que de forma particular cada familia tiene las suyas propias y luego hay otras que son de orden universal y aplican para todos los seres humanos de forma natural. Y las cuales son las bases que permiten la convivencia entre los individuos en una sociedad organizada. Por ejemplo, del hogar donde yo vengo una norma era que al sentarnos a la mesa, nunca ninguno de los comensales de la casa podían servirse antes que los invitados y esto se hacía cumplir sin excepciones y en igualdad de condiciones. Entiéndase que no estaban exonerados de la misma los adultos, ni tampoco los mayores.

Todo esto forjó en nosotros una conducta que en el criterio de mis padres, era adecuada y correcta, pero más importante que nada nos enseñó a todos los hermanos el principio del orden; ya que en nuestra aun joven capacidad de racionalizar las normas, estos mandatos particulares de mis padres nos hacían personas más educadas y, por tanto, individuos mejores preparados para la convivencia en una sociedad.

No obstante su violación o incumplimiento por parte de alguno, esto no traía consecuencias de penalidad porque no era una ley… Y aunque una norma no es necesariamente una ley, porque las normas son medidas que se adoptan para regular la conducta, mejorar la convivencia o simplemente para regir las cosas en un orden favorable, la misma puede bien convertirse en ley, para con rigor hacer cumplir lo que se desea adoptar como cambio, pero una vez hecha ley debía siempre cumplir con el principio básico de toda ley; y es que sea justa y haga justicia.

Dicho todo esto me gustaría entonces hacer reflexión sobre la norma introducida en el PAQUETAZO fiscal con el que hoy los ciudadanos de a pie pagan los platos rotos de una fiesta a la que ningunos fueron invitados. Me refiero de forma específica a la norma que impone un nuevo impuesto a los automóviles nuevos por el nivel de emisión de gases y cuyo factor de medición es la cantidad g/km de CO2 o más comúnmente conocido como dióxido de carbono.

Esta norma convertida en ley por medio del proyecto introducido para la reforma tributaria, fue por un servidor muy bienvenida cuando primero conocí de la misma, porque entendí que por fin nos encaminábamos hacia la sensatez y modernización; puesto que el principio de la misma es que se procure establecer un orden que ayude a mejorar la condición de nuestro medio ambiente y a contribuir en la disminución de los niveles de contaminación.
Sin embargo, la puesta en vigencia de esta normativa, la cual fue publicada con efectividad el 28-12-12 y que además es ley, es todo menos justa ya que si bien es cierto que se procura la regularización de las emisiones, esto solo aplica para los autos nuevos importados hoy o aquellos que habiendo sido importados antes, no tengan registro de matrícula completado.

Acelera

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