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Viaje a los orígenes del E-fuel en un Porsche Panamera

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Cesar Donovan ∙ 3 agosto, 2023

Cesar Donovan
3 agosto, 2023

El nombre del Porsche Panamera se debe a la Carrera Panamericana, una competición que se disputó en la década de 1950 en México y que, al menos en dos ediciones, tuvo a Porsche como protagonista. La más destacada fue en el año 1954, cuando el piloto Hans Herrmann logró obtener la victoria en su categoría y el tercer puesto absoluto a bordo de un Porsche 550 Spyder. El trazado de 3,000 kilómetros por el que discurría esta carrera, a su vez, era parte de la Ruta Panamericana, una red de carreteras y pistas de nada menos que 26,000 kilómetros, que unía en aquellos años, y aún lo hace, la parte noroeste de Estados Unidos con el sur de Chile.

En plena Patagonia chilena, más allá de donde termina la mítica carretera que atraviesa el continente americano, han llegado con una flota de Porsche Panamera para recorrer algunos lugares increíbles de la “Ruta de Fin del Mundo”, como así aparece rotulado en los carteles de las lenguas de asfalto y grava que unen Punta Arenas con el Parque Nacional Torres del Paine. Que el Panamera siga los pasos de aquella ruta que inspiró su nombre parece una justificación más que razonable para elaborar un reportaje, por aquello de rendir tributo a sus orígenes y porque los paisajes de la zona son estremecedores. Pero lo cierto es que hay un motivo aún más contundente para conocer la provincia de Magallanes.

Recientemente Porsche, junto con HIF (Highly Innovative Fuels), ha puesto en marcha una planta piloto de e-fuels precisamente aquí, en el término de Punta Arenas. El lugar elegido no es casual, pues la fábrica se abastece de energía renovable mediante un aerogenerador y en esta zona se registran vientos muy fuertes y constantes, perfectos para que las turbinas eólicas trabajen a pleno rendimiento. En una visita a la planta Haru Oni (significa «tierra de los vientos» en el dialecto local) se han dado a conocer los secretos del e-fuel, un combustible sintético que se crea a partir de CO2 capturado de la atmósfera y de hidrógeno obtenido por electrólisis del agua, utilizando durante todo el proceso energía verde.

Como resultado se obtiene una gasolina que neutraliza las emisiones de CO2 vertidas a la atmósfera, pues el dióxido de carbono que sale del tubo de escape de los autos que la emplean ha sido capturado previamente para su fabricación. De esta manera, Porsche suma una nueva vía de actuación en su carrera por la descarbonización, ya que a pesar de que el futuro pinta eléctrico, en este momento hay más de 1,300 millones de autos con motor de combustión circulando por el mundo. Y no parece que esta cifra se vaya a reducir en los próximos 15 años.

Tras la visita, repostamos los Panamera con los primeros litros de e-fuel producido en la fábrica, es aquí donde ¡comienza la aventura!. En un lugar como este, de naturaleza virgen y aislado de cualquier gran civilización, uno se siente especialmente responsable del cuidado al medio ambiente. Así que la idea de llevar en el depósito un combustible neutro en carbono parece más que acertada. Si a esto se suma el hecho de que vamos conduciendo la versión 4 E-Hybrid, que hace uso de su batería para avanzar en modo cero emisiones en muchos casos, el plan parece aún más redondo. Y lo mejor es que de aburrido no tiene nada este vehículo, porque basta activar el modo Sport y hundir el pie en el pedal derecho para que salgan a relucir la rabia y el sonido de sus 462 CV, que lo convierten en un coche de doble personalidad. Pero hoy toca conducir de forma sosegada, que es lo que pide el recorrido.

La planta Haru Oni se encuyentra a pie de la Ruta 9, la carretera principal que une Punta Arenas con Puerto Natales, que será el destino a alcanzar en la primera parte del viaje. A un lado y a otro aparecen llanuras inmensas, de vegetación escasa y con plantas bajas de tono amarillento. La vía presenta rectas interminables, de esas que se pierden en un horizonte lejano y que apenas dibujan alguna curva cada varios kilómetros para cambiar ligeramente el rumbo. A derecha e izquierda, de forma más o menos continua, aparecen apartaderos o “estacionamientos” sobre suelo de grava y, también con frecuencia, unas pequeñas casetas que sirven para dar cobijo a quienes esperan el bus en esta carretera que soporta siempre climas adversos, incluso en verano. A comienzos del mes de marzo, coincidiendo con el final del estío en el hemisferio sur, es posible ver cambiar el tiempo de forma radical en cuestión de minutos. Pasar de un sol radiante a un cielo amenazante, de la calma a la tormenta, siempre con temperaturas bajas y viento constante de fondo, es algo de lo más normal.

Luego de un merecido descanso en el bonito pueblo de Puerto Natales, ya que el viaje desde España es realmente largo hasta llegar a la Patagonia chilena, la ruta continúa. En esta segunda jornada, el paisaje va a ser totalmente distinto y elegimos en este caso un Panamera 4S como compañero de ruta. Hoy toca disfrutar del motor 2.9 V6 de 441 CV por las carreteras que conducen hasta el Parque Nacional Torres del Paine. Considerado la octava Maravilla del Mundo, este espacio natural de 1,800 km2 situado en la Antártica chilena, alberga cientos de especies de aves, mamíferos, flores y plantas.

Por sus pistas solo se ven habitualmente vehículos de rutas turísticas y gente a pie o en bicicleta, pero en este caso disfrutamos de un permiso especial para poder movernos libremente con los Panamera. Eso sí, siempre a baja velocidad y con la suspensión neumática en su posición más elevada. Ya lo advierte el cuaderno de ruta que llevamos a bordo: en el mapa, hay mucho “dirt” (tierra) y poco “tarmac” (asfalto). ¿Saldrá airosa la berlina de Porsche de una exigente jornada como la de hoy? Al fin y al cabo, no es como un Cayenne, cuyo chasis se ha concebido para ser solvente en todo tipo de terrenos; el Panamera, en principio, debería conformarse con hacer las cosas bien en carretera, sin más. Pero el caso es que sí, finalmente aguanta varias horas de pistas de firme irregular, repletas de baches, piedras y charcos, sin apenas inmutarse.

En cualquier caso, lo relevante en esta parte de la ruta no es el auto sino lo que hay fuera: los lagos de agua pura y cristalina, la llamativa vegetación y algunos animales típicos de la zona como los guanacos, pumas, cóndores, rheas y flamencos, que sorprenden al visitante. Por supuesto, las famosas torres que dan nombre al parque (dos montañas de corte vertical) impresionan desde cualquier punto de vista. Casi todas las especies corren en libertad en un escenario que parece casi irreal, como de película. Y las que no, se agrupan en manadas guiadas por hombres a caballo, que pastorean ataviados con capa y sombrero. Un verdadero placer para los sentidos de aquellos que aman la naturaleza y lo auténtico.

Tras tanto agujero en el camino, se agradecen los últimos kilómetros de vuelta al hotel, que combinan autopista recién asfaltada y carretera comarcal virada para sacar a relucir la parte deportiva del coche. Terminamos el día con una sonrisa en la boca y con la sensación de que hay que volver a disfrutar de esta interesante región que enamora por sus paisajes, sus rutas y su gastronomía.

 

 

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